Orientación vocacional
El viaje (si es que podía llamársele viaje) había sido extraño, abrupto, surrealista y ahora me encontraba por fin en la vieja y querida ciudad universitaria, aunque no tan vieja como yo la recordaba. Algunos cambios (¿no-cambios?) eran evidentes, otras cosas estaban exactamente igual. Cuando me acerqué al pabellón 1 pude ver la ventana de mi oficina, ahora ocupada por otro hombre. Esa oficina de la que ayer mismo había salido, cansado del trabajo que no quería, con la terrible decisión ya irremediablemente tomada. Debía servir de consejero para el prójimo, debía evitar que otra persona tomara mi misma equivocada ruta vocacional. Y esa persona a la que debía aconsejar era... yo mismo. Con la memoria un poco difusa y los detalles perdidos me busqué por todo el campus hasta que me encontré cerca del pabellón 2. Un joven con mucho pelo aún, musculoso, radiante de vida: estaba sentado con los auriculares puestos, mirando el río. Fue un golpe duro para mí. De pronto me pregunté como habí...