La muerte del cangrejo
La frase quedó flotando en el aire, y el silencio cayó sobre el grupo como un manto. Quizás era el vino que habíamos tomado en abundancia después del asado, pero un poco lo tomamos en serio. Ninguna risa le sacó credibilidad a la afirmación de Rubén. La conversación había arrancado en lugares comunes de hombres que no se conoce tanto: fútbol y mujeres, pasando a la política pero de a poco virando a lugares más oscuros. Mientras el alcohol hacía su efecto habíamos llegado a las teorías conspirativas, a historias de asesinatos y a experiencias propias inexplicables. Todo se había construido para que ahora el comentario de Rubén fuera al menos escuchado. —¿Y...vos fuiste? —le preguntó alguien. —No, no soy tan masoquista —un poco se sonrió Rubén, y tomando de su vaso de fernet agregó—, pero...conozco historias, de buena fuente. Era un grupo que prácticamente no me conocía. En particular no sabían lo absolutamente escéptico que soy de todo este tipo de cosas. Por eso sentía el alivi...