Cartas de Gilda V
Mierdas: Sí, me escapé. ¿Qué esperaban? ¿Acaso creyeron que era feliz? ¿Hicieron algo alguna vez para demostrarme afecto? ¿Para mostrar al menos que les importaba? Jamás. ¿Qué pretendían cuando me tiraban para arriba al canto de "el gato volador"? No es manera. ¿Querían acaso probar que los gatos caemos siempre de pie? Si al menos hubiera sido en nombre de la ciencia lo hubiera aceptado. Pero lo mío era deporte amateur. Y no solo estaba enrolada en la fuerza aérea, sino que un día, además, me enlistaron en la marina. Las pruebas, realizadas semanalmente, consistían en dejarme derivando en una isla en el medio de la pileta, y el objetivo era que yo saltara y lograra así llegar al borde y no morir. Pero la colimba no terminaba ahí. A la hora de comer (o el día en que nos tocaba comer) nos daban un horrible alimento disecado que, gracias a mi fiereza, obtenía alejando al perro de su plato. Él también sufría el hambre, pero supe mantenerlo a raya, aunque muchas veces lo sorpren...