No olvides tu libro

Miré la hora y puteé por lo bajo. Siempre tenía que salir apurado. Siempre salía apurado y me olvidaba de la mitad de las cosas. No me costaba nada levantarme, digamos, 10, 15 minutos antes, pero no. Y siempre me pasaba lo mismo.
Repasé mentalmente todo lo que llevaba: algo de plata para el tren, el celular cargado, los dos cuadernos para estudiar en el viaje, los ejercicios resueltos, la calculadora, lápiz, birome...¡la libreta! casi la olvidaba. Corrí a mi cuarto y la saqué, celeste, de mi último cajón. Que gil, si no la llevaba no me iban a dejar rendir el final. Cuando salía del cuarto vi la tabla periódica sobre la mesa y casi me la llevo. Pero estaba muy apurado y la verdad es que a esta altura la tabla casi ni se usa; cualquier dato útil está directamente dado en el examen, no, no valía la pena.
Me puse a pensar paso a paso qué cosas necesitaba para cada etapa de mi día, es un ejercicio que suelo hacer, separar mi jornada en partes, y ver que necesito para cada una de ellas. Lo pude dividir como: viaje, repaso previo, presentación y examen. Cada una tiene elementos propios característicos.
A esta altura ya estaba corriendo hacia mi cuarto a buscar la tabla periódica, y entonces algo distrajo mi atención. Al costado de mi cama, como un ave herida, mi libro de Bradbury, aquel compañero fiel. No me había acordado de ponerlo en la mochila; sencillamente no entraba en ninguna de las etapas de mi día. Pero, ¿Qué iba a hacer esa hora y media de viaje de vuelta, al pasar la tormenta y el tormento? Hubiera sido un viaje muy triste, una hora y media muy larga sin un libro a mano. De lo que me había olvidado no era de mi libro sino de una etapa entera de mi día: el post-examen.
Esto me trajo dos reflexiones que quisiera intentar transmitirles.
La primera es la importancia de tener una válvula de escape, una conexión con la otra mitad del cerebro. Uno aprende la ingeniería y el tecnicismo de la vida, pero tiene que evitar que éstos lo ahogen, lo conviertan en una persona puramente lógica, incapaz de desarrollar el arte, de admirar lo bello, de volar con el pensamiento.
No olvides tu libro, porque éste te conecta con el idioma y la poesía, con el humor y la fantasía, con lo mutable y lo irracional, con las filosofías, las emociones, con historias que a veces parecieran ser recuerdos, con imágenes, con músicas de otros tiempos.
Lo otro que me impresionó fue cómo había cerrado mi panorama, cuan centrado había estado mi horizonte en el examen. Suele pasar que, ante un gran problema, o un gran objetivo, nos centramos tanto en él que nuestra vida pasa casi a depender de aquel objetivo. Uno se olvida de todo lo demás alrededor, de todo aquello no concerniente a su problema, y a veces se pierde de muchas cosas.  En el momento en que terminó el examen, ya no quedaba nada por qué luchar, y me di cuenta que mis últimos 3 días habían apuntado a eso, y no me había tomado la molestia de mirar más allá; como aquel que llega a la cima del Everest y luego se da cuenta que tiene que bajar.
No olvides tu libro, porque el examen termina y la vida continúa, el problema termina y la vida continúa. Porque a veces el panorama es más amplio de lo que parece, porque hay que estar preparado para la vuelta, porque es bueno alzar la cabeza.
No olvides tu libro.

Comentarios

  1. ¿Puedo recortar y pegar desde "Suele pasar que, ante un gran problema..." hasta "porque hay que estar preparado para la vuelta, porque es bueno alzar la cabeza"? ¿Es como la Biblia o el horóscopo, que siempre sentís que te hablan a vos?

    GROSO. Qué alivio que la vida continúe.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

La confusa vida de las amebas

Un caso extraño

Un repiqueteo en el techo del mundo