Empatía musical
Los violines y los violonchelos discutían enardecidos, en respuestas cada vez más cortas y violentas, acercándose juntos a ese punto de tensión en el que todo parece a punto de derrumbarse, entre cuerdas rotas y cajas deformadas por la presión. Pero nada de esto sucede. En cambio los timbales intervienen con su ritmo pesado y seguro, redoblando con el sonido sordo del trueno, llevando la melodía hacia su próximo movimiento. Y justo cuando los bronces respondían gloriosos cual clarines de guerra a cada brecha dejada por las cuerdas, justo en ese momento, como si el esfuerzo hubiera sido demasiado, todo cayó, y se calló. Ningún acorde final sostenido por la orquesta entera, ningún cierre a la armonía previa, sólo silencio y decepción. Habría estado terriblemente enojado con Beethoven si éste hubiera dejado el tercer movimiento de su primera sinfonía tan inconcluso, pero lo conocía demasiado bien como para no saber que simplemente me había quedado sin batería. Resignado me saqué los...