Vandalismo
Con el cierre hasta el cuello, la capucha puesta, la práctica mochila a mis pies viajaba yo en el San Martín, mirando por la ventana la oscura noche del conurbano; noche más oscura que la porteña. Había elegido esa noche precisamente por su oscuridad, una oscuridad de luna. Los astros tienden a ser más regulares en sus movimientos que las nubes del cielo, y en ellos apoyé mi pronóstico. Así, con el sol, la luna y la tierra casi alineados sabía que la blanca pared no brillaría hoy con la luz de la luna, que es brillo de la luz del sol. Toqué la mochila a mis pies, repasando mentalmente cada uno de los objetos allí guardados. Cada uno, un objetivo específico y yo, como el más capacitado alpinista, me dirigía con ellos hacia mi destino, aquella blanca pared. Nunca me gustó que nominasen lo mío como "vandalismo", no porque no me banque aceptar lo que hago, sino porque con este nombre caigo en la misma bolsa que varias personas y actitudes que me desagradan. Quedo indistinguido ...