El rincón de las reflexiones: Volumen -3

Bienvenidos otra vez a este pequeño lugar del mundo, donde se hospedan, germinan y florecen las más profundas reflexiones de la vida moderna.
En el día de hoy, querido lector, nos pasearemos tomados de la mano por apasionantes caminos y vericuetos del saber, y espero pueda usted seguirme. La discusión que traigo hoy a la mesa es harto conocida, intrigante, genera discusiones y opiniones de lo más variadas. Sígame.

Resulta que aprendiendo cierta ciencia irrelevante e inaplicable, hubo que nombrar a un cierto personaje, Thomas Bayes, quien sirvió a cierta rama de dicha ciencia. ¿Cómo? ¿Quién? Le sugiero que se pregunte cómo pronunció el apellido Bayes, Bayes. ¿"Balles" tal vez, como valle? ¿Más castellanizado aún quizás, como "Rodriguez", haciendo caso omiso del nombre original? Tomás Rodriguez quizás leyó usted, en su afán de patriotizar lo bueno.
"¡Pero qué idea descabellada!" Pensará usted, amable y gracioso lector, pero temo decirle que no lo es. Recordará usted el caso de Cristóforo Colombo, quien en la aduana tuvo que cambiar completamente su nombre y apellido debido a la impronunciabilidad (¡Qué palabra impronunciable!) de su nombre.
Por lo que le sugiero abandonar sus impulsos rebeldes y golpistas.

La cuestión es que ninguna de las anteriores pronunciaciones es correcta. El apellido "Bayes" suena aceptablemente parecido a la pronunciación de la bastante accesible palabra "Beis" en el más perfecto castellano. Pero resulta que los profesionales en general deciden llamarlo "Valles" a secas. ¿Pór qué esta aberración? Uno podría pensar que hay una regla general que dice que los nombres extranjeros se nombran tal y como lo leería un niño que está aprendiendo el español. Pero no es el caso. Otro señor ocupado en el mismo tema, llamado "Poisson", recibe el privilegio de ser nombrado como "Puasón" como se nombra en Francia a un pescado envenenado.

¿Cuál es la regla entonces? ¿Leemos el nombre tal y como está, sin preguntar mucho? ¿Reproducimos el nombre en el idioma enemigo, al menos adaptado a la capacidad de nuestros fonemas? ¿Traducimos el nombre a uno más autóctono?

Sabrán de que hablo aquellos que hayan crecido escuchando "El lado oscuro de la luna", "Escaleras al cielo", o "Por favor, compláceme" de "Los escarabajos", serruchando todo posible juego de palabras del título original.
"¿Y qué pasa con las películas?" preguntará usted, avispado y oportuno lector, ya que de eso precisamente iba a hablar. Porque en el plano de las películas pasan cosas curiosas. Tomemos el ejemplo de "Cars"; autos en inglés. Resulta que los que comercializaron la película, al menos en Argentina, decidieron que el nivel de alfabetización inglesa en el país era lo suficientemente elevado como para aceptar el título en su idioma original. Muy bien.
Pero ¡Oh sorpresa! Al parecer la alfabetización en lengua extranjera solo había llegado al primer curso pues cuando aparece la exitosísima secuela "Planes" hubo que traducirla; y luego de largos esfuerzos los mismos directores de publicidad descubrieron que el título significaba "Aviones" en español y la lanzaron al mercado con el nombre traducido. Uno se creía cómodo en el nivel uno y de repente lo lanzan a una a la jungla del traductorado de idiomas.
¿Regla general? Mis bolainas. Como diría Cole Puerta, "Anything goes".

Pero es entonces cuando uno se pregunta ¿Qué reglas nos rigen? ¿Qué es más o menos adecuado? Nada, mi querido amigo, no hay puntos de partida, y cualquier respuesta a su pregunta debe ser evaluada con el mismo peso. Pero pareciera que el mundo se cae entonces. ¿Soy yo, somos nosotros, o somos simples reflejos, sombras del mundo de las ideas perfectas? ¿Existo porque pienso o pienso porque existo? ¿O vivimos quizás acaso en un universo dentro del vientre de un enorme pingüino?

Aaaaaah, pero pregúntese usted, ¿Por qué tomó más en consideración las primeras opciones antes que la última? ¿Es por el hecho de incluir pingüinos? El hecho de que existan pocas teorías filosóficas cuyo tema central sean los pingüinos parece quitarle credibilidad. Pero esto se debe principalmente a que los pingüinos no desarrollaron aún la filosofía. El otro problema es que aceptando esta teoría deberíamos buscar en la panza de nuestros propios pequeños pingüinos en busca de pequeños universos, o tal vez de nosotros mismos. Y eso no es deseable. El hecho, además, de que los pingüinos sean réplicas perfectas del universo a pequeña escala, un universo fractal y recursivamente infinito, les daría a estas aves un lugar de centralidad poco deseable para la ya insignificante raza humana. Y habría que matarlos.

Ya que esta teoría no tiene por qué ser menos importante que la propuesta por un viejo en toga, no debe ser tomada con menos consideración. Y ya que todo lo anterior se ha deducido lógica e inevitablemente de las primicias, lo insto a que pronuncie correctamente el apellido "Bayes". Hágalo. Salve a un pingüino.


Bien estimados, llegamos al fin de la discusión de hoy, en la próxima entrega, "Por qué dejar la tapa del baño levantada podría provocar una implosión cósmica, y la consecuente creación de un universo donde no se puede usar la letra 'a'."

Hst mñn.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La confusa vida de las amebas

Un caso extraño

Un repiqueteo en el techo del mundo