No olvides tu libro
Miré la hora y puteé por lo bajo. Siempre tenía que salir apurado. Siempre salía apurado y me olvidaba de la mitad de las cosas. No me costaba nada levantarme, digamos, 10, 15 minutos antes, pero no. Y siempre me pasaba lo mismo. Repasé mentalmente todo lo que llevaba: algo de plata para el tren, el celular cargado, los dos cuadernos para estudiar en el viaje, los ejercicios resueltos, la calculadora, lápiz, birome...¡la libreta! casi la olvidaba. Corrí a mi cuarto y la saqué, celeste, de mi último cajón. Que gil, si no la llevaba no me iban a dejar rendir el final. Cuando salía del cuarto vi la tabla periódica sobre la mesa y casi me la llevo. Pero estaba muy apurado y la verdad es que a esta altura la tabla casi ni se usa; cualquier dato útil está directamente dado en el examen, no, no valía la pena. Me puse a pensar paso a paso qué cosas necesitaba para cada etapa de mi día, es un ejercicio que suelo hacer, separar mi jornada en partes, y ver que necesito para cada una de ella...