Un levísimo aleteo
Salí tambaleándome de la máquina, tosiendo el humo viejo, las piernas apenas sosteniéndome. Al menos el peso sobre las rodillas me mostraba que estaba vivo, que existía en esta dimensión y tiempo. Me miré las manos, las di vuelta, noté su corporeidad y corroboré lo que quería creer pero temía: existía. Como un fantasma de una línea temporal que no me correspondía, como un resabio de aquel otro universo en el que sí había nacido, allí estaba yo. Era. Por supuesto que el plan de viajar al pasado y cambiar a mis padres al momento de conocerse había fallado, pero había fallado tan estrepitosamente que había logrado que su encuentro amoroso nunca se diera, que jamás se juntaran y lograran el milagro de la creación mía. Y ahora, mientras caminaba para salir de aquel galpón donde se encontraba la máquina del tiempo empezaba a darme cuenta de la situación en la que me encontraba. Estaba visitando, quizás para siempre, un universo absolutamente extraño. Una bifurcación de la historia impens...