Un pescado anecdótico

A Juan Pablo y Mike, que me enseñaron a no pescar.

El abuelo pescaba. Tenía el ceño fruncido de aquel que está profundamente concentrado en su labor; el brazo tenso, esperando el inminente tirón; su mirada perdida, de aquel que adivina las formas esquivas ocultas bajo el espejo de agua matutino.
Era de las pocas cosas que realmente apasionaban al abuelo. De a poco había ido dejando de tocar el piano y de leer sus largas novelas históricas, a medida que su oído y su vista lo abandonaban, pero se iba a necesitar mucho más para que dejara de pescar. La mosca había sido su compañía desde chico, y de cuando en cuando podíamos probar su experiencia, rosada y al limón.
Me gustaba sentarme cerca del abuelo mientras pescaba. A veces arrancaba con un monólogo que guardaba viejos consejos y sabiduría, era como escuchar aquellas introducciones recitadas de los viejos tangos.
-"Sabés que estaba pensando... a veces la gente no comprende lo que significa pescar. Hoy en día ya no es necesidad, claro, un pescado lo compra cualquiera, también pasa que la gente se frustra cuando no logra sacar al preciado pesce del agua. Pero, al final, sacar algo termina siendo lo menos importante. Es mucho más que eso: es un deporte, es un arte. Es mezclarse con el lago y las montañas, sentir el agua, la naturaleza viva. Tirar y recoger, esperar...es fundirse con la naturaleza. A mí estar acá me da placer de por sí, después pescar o no, ¿sabés? es anecdótico."-
Me hacía acordar un poco al zorro de El principito.
-"Hoy en día se busca siempre eficiencia, rapidez. Los jóvenes quieren ver frutos antes de plantar la semilla. Pero no todo es costo beneficio. No se puede evaluar a un pescador por la cantidad de peces que saca. Son los movimientos de su brazo lo que lo definen, su mirada aguda, su comunión con la trucha."-
Yo ya volvía al lugar de las carpas y el abuelo me dijo antes de irme con esa mirada cómplice suya
-"Eso no quiere decir que no vaya a sacar algo...pueden ir preparando un fueguito si quieren..."-

.    .     .

El abuelo seguía pescando. Tenía el ceño fruncido de aquel que está un poco hinchado las pelotas; el brazo tenso, casi acalambrado de revolear la caña; su mirada perdida, como no queriendo mirar a las formas esquivas que lo burlaban bajo el espejo de agua vespertino.
En el camping el fuego se había tornado a brasas y las brasas a triste madera negra. Técnicamente comimos pescado, pero las galletitas con atún no son comparación con una trucha al limón. Me senté al lado del viejo mirando el lago mientras éste arrancaba:
-"Sabés que la veo ahí, bajo el agua...es la misma que se fue acercando todo el día, al principio tímida, cautelosa, pero cada vez más atrevida. Porque ella también me ve, pero..."-
Cortó su discurso al ver que un chico se acercaba por la playa y, sin ningún problema se ponía a tirar su cucharita a una distancia un poco menor a la prudente de donde estábamos nosotros. Estuve un rato mirándolo pescar, pensando cómo decirle que se fuera a otro lado para que no nos robara los peces, pero el abuelo, como respondiendo a mis inquietudes me dijo:
-"Sabés que yo a veces pensaba que podía engañar a los peces, que con estar un rato tirando, el pez quedaba atrapado irremediablemente. Pero con los años descubrí que los peces son vivos ¿sabés? llegué a entenderlos, llegué a quererlos. A veces no sé si yo los atrapo o si son ellos los que se entregan voluntariamente"-
Me sonrió un poco, como para hacerme entender de lo que estaba hablando.
-"Porque los peces se dan cuenta. Saben diferenciar la mano experta de la torpe, la mano paciente de la impaciente..."-
Y entonces ocurrió. El chapoteo en el agua, el grito de triunfo y el tirón de la caña, doblada bajo el tremendo peso. El abuelo congeló el movimiento de la mosca mientras observaba atónito a su trucha marcharse con otro. Pensé que iba a pasar a esa fase puteadora que a veces le agarra pero en cambio me dijo:
-"Y...suerte de principiante. El pescador se alegra de los triunfos ajenos, no es una competencia."-
Más tarde, cuando ya me estaba yendo, le pregunté si armábamos el fueguito. Esta vez no me contestó nada.

.    .     .


El abuelo seguía pescando. Tenía el ceño fruncido de aquel que no quiere dejar escapar lágrimas de bronca; el brazo tenso, intentando romper la caña; su mirada perdida en la densa oscuridad de la noche, buscando a esos peces hijos de puta que no se dejaban atrapar.
Yo me había acercado al lago a lavar los platos con restos de fideos; palangana y detergente en mano. Mientras lavaba esperé a que el abuelo me deleitara con alguna de sus frases pero esta vez solo me contestó con su silencio. Yo tenía entendido que no servía de nada pescar de noche, y además ya era tarde por lo que antes de irme le dijo que no tardara mucho en volver.
Ya guardando las cosas me di cuenta que me había olvidado el detergente en la playa así que volví a buscarlo. Y lo que encontré me asombró. El abuelo estaba agazapado al borde del agua y por sobre su espalda vi el círculo de burbujas sobre las negras aguas. No quise interrumpir al abuelo en el final de su tango y mientras terminaba de vaciar el detergente en el lago, le oí decir, con voz baja y tranquila:
-"Mueran, hijos de puta"-


Comentarios

  1. jajajjajajajajajaja muyy buenoo chaboooonnn! posta!!!!

    PD: OBLOGO, publicaloo!

    jajajaja

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  2. Jajaja gracias, espero que funcione jajaja

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  3. muy bueno che!! descubrí hoy tu blog, y ahora me voy a poner a leer más entradas...
    muchas cosas interesantes acá, en este texto digo, me gustó mucho ;)

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    1. ¡Muchas gracias! bienvenid@ a mi blog, y espero que las otras entradas te gusten tanto como ésta..
      Saludos

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  4. pa cuando un nuvo post??? mirá que sino gilda/tombo/algun cactus/olga/miss paty/magui/orula/la bicicleta deficiente/etc van a hacer posts intrusivos

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  5. Ahhhhhhhhhhhh me encantó!! MUY BUENO!

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