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Mostrando las entradas de 2014

Donde viven las estrellas

No es fácil para un niño perder a su padre. Lo digo yo que lo he vivido, he sufrido y aún sufro las consecuencias. Solía hablar con él, negando la realidad de que nunca jamás lo volvería a ver. Ahora ya no, pero me costó mucho superarlo. Aún así siempre me acompañan buenos recuerdos de mi padre, de cuando iluminaba nuestras vidas. Los fines de semana, los juegos de baseball. Pero hay un recuerdo que siempre atesoré en mi corazón, porque fue la muestra de amor más bella que vi en mi vida. Ya le quedaba poco tiempo y antes quiso despedirse de mi madre. Quizás no quisieran que yo lo vea, pero pude espiar la escena gracias a una puerta entornada. La llamó a su lado y ella se acercó, llorando y preguntando una y otra vez porqué. Mi padre la tranquilizó acariciándola, diciéndole que estaría mejor cuando todo hubiera acabado. Ella sollozaba con la cabeza gacha pero él, apretando su mano le pidió que lo mirara. Le dijo que quería ver sus dulces ojos antes de irse, que quería llevarlos consig

Orientación vocacional

El viaje (si es que podía llamársele viaje) había sido extraño, abrupto, surrealista y ahora me encontraba por fin en la vieja y querida ciudad universitaria, aunque no tan vieja como yo la recordaba. Algunos cambios (¿no-cambios?) eran evidentes, otras cosas estaban exactamente igual. Cuando me acerqué al pabellón 1 pude ver la ventana de mi oficina, ahora ocupada por otro hombre. Esa oficina de la que ayer mismo había salido, cansado del trabajo que no quería, con la terrible decisión ya irremediablemente tomada. Debía servir de consejero para el prójimo, debía evitar que otra persona tomara mi misma equivocada ruta vocacional. Y esa persona a la que debía aconsejar era... yo mismo. Con la memoria un poco difusa y los detalles perdidos me busqué por todo el campus hasta que me encontré cerca del pabellón 2. Un joven con mucho pelo aún, musculoso, radiante de vida: estaba sentado con los auriculares puestos, mirando el río. Fue un golpe duro para mí. De pronto me pregunté como habí

El rincón de las reflexiones: Volumen -3

Bienvenidos otra vez a este pequeño lugar del mundo, donde se hospedan, germinan y florecen las más profundas reflexiones de la vida moderna. En el día de hoy, querido lector, nos pasearemos tomados de la mano por apasionantes caminos y vericuetos del saber, y espero pueda usted seguirme. La discusión que traigo hoy a la mesa es harto conocida, intrigante, genera discusiones y opiniones de lo más variadas. Sígame. Resulta que aprendiendo cierta ciencia irrelevante e inaplicable, hubo que nombrar a un cierto personaje, Thomas Bayes , quien sirvió a cierta rama de dicha ciencia. ¿Cómo? ¿Quién? Le sugiero que se pregunte cómo pronunció el apellido Bayes, Bayes. ¿"Balles" tal vez, como valle? ¿Más castellanizado aún quizás, como "Rodriguez", haciendo caso omiso del nombre original? Tomás Rodriguez quizás leyó usted, en su afán de patriotizar lo bueno. "¡Pero qué idea descabellada!" Pensará usted, amable y gracioso lector, pero temo decirle que no lo es. Re

Alelo recesivo

-La verdad es que, hoy en día, no puedo sino verlo como una costumbre antigua. Casi como algo que ha quedado en desuso. Realmente el hombre moderno se pregunta ¿Para qué? Porque hoy en día tenemos la oportunidad de elegir, de hacer un balance de ventajas y desventajas y...-  Roberto alargó la frase y la dejó flotando en el aire, como si no hiciera falta expresar en palabras su obvia conclusión. Se hamacó un poco en su silla mientras le daba otra pitada a su cigarrillo y soltó el humo mirando el resto del bar, su silla de costado a la mesa, de espaldas a la pared. Parecía estar dirigiéndose a un público extenso, pero solo había una persona enfrente suyo. Una persona que se arrepentía de estar allí. -Porque, seamos sinceros- Continuó Roberto. -en otros tiempos mucho no se podía elegir; era así o así, no quedaba otra. Pero hoy... las cosas cambiaron: ya no es necesario ayudar a poblar el mundo (de hecho todo lo contrario), ya no está tan ligado como antes el sexo con la procreación... t

Un rayo divino

Úrsula dejó por enésima vez su taza de café sobre la mesa. Posiblemente no había bebido desde la última vez que la tomara, distraída, para releer lo que acababa de escribir. Rodeaba la taza con ambas manos, como si ésta conservara aún su temperatura, que ahora era sólo levemente mayor a la ambiente. Apoyó la taza justo sobre el círculo marcado en la mesa de madera y miró a la pantalla de la computadora. La habitación estaba a oscuras y su cara brillaba a la luz de su obra maestra. O al menos lo que prometía serlo. Es angustiante para un escritor realizar una obra como aquélla. No debe confundirse el maravilloso sentimiento de la inspiración con la amarga lucha de llevar la idea a la realidad. Y en este momento Úrsula sufría las consecuencias de haber tenido una brillante idea. Había logrado crear una trama que la comprometía hasta lo más hondo, unos personajes que recibían de ella su amor y clamaban su misericordia. Pero no siempre el autor es misericordioso. Sin embargo, la decis