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Mostrando las entradas de febrero, 2018

Un levísimo aleteo

Salí tambaleándome de la máquina, tosiendo el humo viejo, las piernas apenas sosteniéndome. Al menos el peso sobre las rodillas me mostraba que estaba vivo, que existía en esta dimensión y tiempo. Me miré las manos, las di vuelta, noté su corporeidad y corroboré lo que quería creer pero temía: existía. Como un fantasma de una línea temporal que no me correspondía, como un resabio de aquel otro universo en el que sí había nacido, allí estaba yo. Era. Por supuesto que el plan de viajar al pasado y cambiar a mis padres al momento de conocerse había fallado, pero había fallado tan estrepitosamente que había logrado que su encuentro amoroso nunca se diera, que jamás se juntaran y lograran el milagro de la creación mía. Y ahora, mientras caminaba para salir de aquel galpón donde se encontraba la máquina del tiempo empezaba a darme cuenta de la situación en la que me encontraba. Estaba visitando, quizás para siempre, un universo absolutamente extraño. Una bifurcación de la historia impens

Un cadáver en la cocina

De repente estaba despierto, todos mis sentidos en alerta. La velocidad con que pasaba de dormido a completamente despabilado aún me asombraba. Cuando uno es padre aprende a incluso dormir con miedo, y yo hacía 16 años que no dormía profundamente. Trataba de decidir, aguzando el oído, ¿Había escuchado un grito o...? Y entonces se escuchó de nuevo, ahora alto y claro. —¡Papá! ¡Hay un cadáver en la cocina! Ella, profundamente dormida, se removió un poco en la cama. Al parecer había filtrado el grito después de la primera palabra. Tampoco se inmutó cuando salté de la cama y corrí escaleras abajo, el miedo irracional apretándome la mandíbula. Imaginando los peores horrores corrí y giré para entrar a la cocina-comedor. Con el miedo la mente vuela e imagina los peores escenarios posibles, preparándolo a uno para lo peor. Pero nunca habría imaginado encontrar lo que encontré: mi hijo sentado a la mesa, los codos apoyados, las manos entrelazadas, y enfrente suyo, la bandeja con los rest

Sueños

Apenas lo vio acercarse supo de qué se trataba. Había estado, tan solo unos segundos atrás, sentado en su sillón leyendo su libro sin querer terminarlo. Sabía que, una vez terminado, el libro estaría muerto. Ocuparía para siempre el estante de los "ya leídos". En eso estaba, cuando sintió la presencia fuera de la casa. No sabía si había sido el oído, la vista u otro sentido, pero al mover un poco la cortina pudo ver desde el segundo piso los autos doblar la esquina. Por supuesto que supo de qué se trataba. Los primeros que llegaron fueron los equipos técnicos: bajaron de autos y camionetas cámaras, camarógrafos, micrófonos, microfonistas y otras personas con enigmáticas funcionalidades. Bajaron como rayos y truenos, anunciando lo que vendría. Y más atrás, la tormenta. El último auto llevaba un hombre sonriente, acarreando un trailer gigante. Cómo no iba a saber de qué se trataba si lo había estado esperando toda su vida. El terror lo hizo actuar de forma e