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Un caso extraño

—¿Sabes que fue lo que me dejó intranquilo, Jerry? —¿Qué cosa? —Oh, es una tontería. Pero...el tipo había pagado todas sus cuentas. Todo en orden. Ni una deuda, ni un atraso en los pagos. ¿Quién haría algo así? Incluso me hizo poner en duda si... —Es típico. A mí me pasó lo mismo la primera vez. Es que estás pensando con una mente no suicida. Después de muchos años fui entendiendo ese comportamiento y uno llega a ver los patrones. El otro día justamente tuve un caso similar. Así como dices, todas las cuentas al día. Descubrimos que por ejemplo había pagado por adelantado un servicio de streaming por todo el año. No creo que pueda utilizarlo ahora. —Qué increíble Jerry. ¿Y es un comportamiento normal? —Seguro. Nos resulta anti-intuitivo, pero así funciona la mente del suicida. En general quieren dejar todo ordenado, no quieren recargar a sus parientes...es posible que hayan sentido culpa toda su vida y no quieren seguir sintiéndola. —Pero... —Ya sé ya sé ¿qué culpa van a s

El último trago

  Me duele la cabeza. Cómo me duele la cabeza, dios mío. Me siento como si me hubiera intoxicado ¿qué carajo tomé anoche? Tiene que haber sido una gran fiesta. ¿La pasé bien por lo menos? ¿me divertí? Por el vómito en mi remera parece que no. O bueno, sí en realidad. Parece como si me hubiera desmayado mientras vomitaba. O al revés. Eso es enfiestarse al extremo. Pero cómo me duele la cabeza, siento como si me fuera a morir. Saco la pierna de una mujer de arriba mío para levantarme. ¿Habremos tenido sexo? ¿vomité antes o después del sexo? ¿durante? No, no creo. A menos que lo hubiéramos hecho en el medio de la pista de baile, rodeado de toda esta gente. Todos desperdigados por todo el salón, todos desmayados. ¿Qué carajo tomamos anoche? Parezco ser el único que logró despertarse. Quizá porque fui el primero en caer. Empiezo a recordar un poco, de a retazos la noche. El calor sofocante me ayuda a ubicarme. Estoy en algún país de sudamérica, o centroamérica, en este viaje demente con est

Los dos minutos que salvaron al mundo

—Yo ya sé lo que vos estás pensando, nene. Lo miré expectante, intrigado por lo que iba a decir. Creo que lo único que le faltaba era el don de la telepatía. Aunque, si así era, agradecía que fuera unidireccional. No sé si yo hubiera estado preparado para recibir los pensamientos de esa persona en mi pequeña cabeza. —Vos pensás que yo soy un viejo choto. Sonreí un poco. Quizás tuviera telepatía después de todo. Me crucé de piernas en el piso y apoyé el mentón en mis manos, los codos en las piernas. Estas frases anunciaban que se venía un manantial de delirios, que me apasionaban. A mamá no le gustaba que me pusiera a charlar con el abuelo, pero no siempre podía evitarlo. Y entonces podía sentarme al lado de su silla y oír al viejo volver a divagar y divagar con ese viaje que le había hecho perder la cabeza. Al menos eso decía mamá. —Pero todo lo que te digo es verdad. Tu mamá no quiere entender. Ella siempre fue una negadora. Dice que estoy loco. Pero ¡Ja! Tiene suerte de estar viva p

Anhelo de lluvia

Miro la cortina. Abro los ojos. Quizás no en ese orden, no sé. No puedo ver nada. Bueno, ojalá no pudiera ver nada. Un brillo se cuela por algún lado y hace que pueda reconocer algunas siluetas, extrañas, conocidas. Ojalá estuviera oscuro. Ahora no es mucho pero mañana se convertirá en una luz enceguecedora. Desconfío de las personas que no duermen en una completa oscuridad. Como si no les importara lo que pasa afuera. Miro la cortina, la sombra de la cortina. En todo caso lo que puedo ver es poco, y no puedo ver lo que pasa allá afuera. Me carcome una duda todavía.  ¿Estará lloviendo? A esto me refiero con no ver nada. Siempre se ve algo, aunque sea el interior de los párpados. No veo lo que quisiera ver, supongo. Acudo a otro sentido, el oído. Casi no hay sonidos. El silencio es tan alto que ensordece. Al no haber sonido de mayor volumen mi cerebro parece bajar el umbral de silencio, y levantar todo el ruido de bajos decibeles. Me parece poder escuchar la sangre fluir por mis o

Sonido de lluvia

Detengo los dedos, saco la vista de la pantalla, mirando hacia afuera. ¿Acaso...está lloviendo? Sí, efectivamente, está lloviendo. ¿Cómo no me di cuenta que estaba lloviendo? ¿Hace cuánto está lloviendo? Me levanto, abro el ventanal y me paro en el balcón a disfrutar el espectáculo. Esperaba mojarme un poco pero el techo me cubre. Demasiado cubre. La vista es magnífica y la lluvia cae como un manto sobre Buenos Aires. Pero...no puedo escucharla. Es increíble, pero el agua cayendo no hace ningún sonido. Por eso no me había dado cuenta antes. Solo al chocar contra el piso la lluvia suena. Solo al ras del suelo el agua se convierte en lluvia. Miro entristecido esa agua que cae, silenciosa. Mi casa está demasiado alta.

Tiempo de poda

Una gota cayó sobre el teclado y pausé el video de Youtube. Me preguntaba si podía ser tan estúpido. Gabriel me miraba desde la pantalla, tijera en mano. "Lo más afilada posible" había dicho, y yo miraba el tramontina que había agarrado, cuya punta se había perdido en algun forcejeo con un tornillo. No lloraba por la planta, claro que no. O al menos no solo por eso. A veces uno llora por otras cosas. A veces no sabe bien por qué llora. Me sequé las lágrimas como el hombre adulto que soy y salí al balcón, a enfrentarme a mis plantas. La albahaca estaba preciosa, llena de verde y de sol. Subía alta, esbelta, e incluso estaba floreciendo sus pequeñas flores violetas. Era mi orgullo, entre la menta, el orégano y las demás. Pero...el ciclo de las aromáticas es muy preciso. Sobre todo el de la albahaca: una vez que florecen, dejan su semilla y mueren. Todo su esfuerzo se concentra en ese tallo largo y en esa flor al final. En ese objetivo inútil. Sin alguien que las guíe olvidan

Un repiqueteo en el techo del mundo

"Te podés morir" La frase resuena, estúpida, en mi cabeza. Como si agregara algo. Como si fuera un argumento válido en contra. Mientras mis pies corren por esos adoquines hexagonales recalentados, mis pensamientos se remontan a la discusión de hace un momento. Por supuesto que me puedo morir. Todos nos vamos a morir. "Es muy peligroso" . Me da bronca lo indefinida que es la frase. Me da bronca que no entiendan mi punto. Por supuesto que analicé los riesgos. Quien piense que no lo hice no me conoce. Sé exactamente cómo funciona, sé exactamente todos los escenarios que pueden llevarme a la muerte. Aún así decidí salir afuera, decidí correr hacia mi objetivo, con la lluvia pesada y caliente cayendo sobre mi cabeza. La lluvia me envuelve y ya no me molesta. La lluvia solo molesta a quien no quiere mojarse. Pero, una vez mojado, uno entra en un estado sin ninguna incomodidad. Y así sigo corriendo, y mi bronca se va lavando. Pero aún me pregunto, ¿qué significa muy pe