El último trago

 Me duele la cabeza.

Cómo me duele la cabeza, dios mío. Me siento como si me hubiera intoxicado ¿qué carajo tomé anoche? Tiene que haber sido una gran fiesta. ¿La pasé bien por lo menos? ¿me divertí? Por el vómito en mi remera parece que no. O bueno, sí en realidad. Parece como si me hubiera desmayado mientras vomitaba. O al revés. Eso es enfiestarse al extremo.


Pero cómo me duele la cabeza, siento como si me fuera a morir. Saco la pierna de una mujer de arriba mío para levantarme. ¿Habremos tenido sexo? ¿vomité antes o después del sexo? ¿durante?

No, no creo. A menos que lo hubiéramos hecho en el medio de la pista de baile, rodeado de toda esta gente. Todos desperdigados por todo el salón, todos desmayados. ¿Qué carajo tomamos anoche? Parezco ser el único que logró despertarse. Quizá porque fui el primero en caer.


Empiezo a recordar un poco, de a retazos la noche. El calor sofocante me ayuda a ubicarme. Estoy en algún país de sudamérica, o centroamérica, en este viaje demente con este grupo de dementes. Anoche la estábamos pasando bien. Me acuerdo los vasos girando, todos tomando, la gente gritando. Yo venía tomando alcohol de antes así que apenas tomé una gota y me caí de nuca.

Cómo me duele la cabeza. Y qué sed que tengo. Me acuerdo que algunos no querían, algunos no querían tomar. Pero la presión de grupo era tremenda. Nunca vi una presión de grupo tan grande como la de aquella noche. Todos tomaron al final. Nadie se escapó.


Me estoy acordando un poco más. Me acuerdo que papá nos preparó el trago. Papá quería que lo tomáramos, nos convencía de que tomáramos. Decía que tenía buen gusto, que no nos preocupáramos. Me acuerdo poco igual, son más que nada flashes de colores y gritos. Me acuerdo alguien llamando a su madre. “Madre madre madre, por favor, madre, por favor”. ¿La pasé bien anoche? ¿Fue ayer la travesía a la selva? ¿por qué me la acuerdo de noche, corriendo desesperado, lastimándome con las plantas y las piedras?

¿Había venido la policía ayer? ¿por qué me suena que vino la policía ayer? ¿tanto quilombo hicimos? ¿vinieron en avión?

Camino entre los cuerpos tambaleando, agarrándome fuerte de la cabeza. Qué sed que tengo. Piso sin querer el brazo de un nenito, de no más de 3 años. ¿Quién lleva a su hijo a un lugar así?

Me acuerdo de papá, que seguía insistiendo que tomáramos antes de que venga la policía. Nos quería convencer incluso cuando él no tomaba. Crreo que nunca tomó. Nunca lo había visto así a papá. Se lo veía harto. Bajo sus anteojos negros se notaba lo cansado que estaba del mundo. Tartamudeaba, insultaba. Me acuerdo de cuando no usaba anteojos, de cuando luchaba por nuestros derechos civiles. ¿Cómo es que había cambiado tanto? ¿Por qué anteojos de sol adentro?


Llego al centro. Me duelen los ojos, me duele la cabeza, me duele todo. Me muero de sed. Me reclino sobre el barril de esa bebida violeta y huelo, sin sentir rastros de alcohol. Lleno el vaso con eso que parece ser kool-aid y tomo un largo trago. No me sorprendo mucho al sentir el sabor amargo, el gusto a cianuro, a vómito, a mi propia sangre. 


Me doblo sobre mí mismo, cayendo al piso, agonizando junto a mi padre, mi madre, todos mis hermanos, mi pueblo, mi templo.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Un caso extraño

La confusa vida de las amebas

Somos pilas.