Orientación vocacional



El viaje (si es que podía llamársele viaje) había sido extraño, abrupto, surrealista y ahora me encontraba por fin en la vieja y querida ciudad universitaria, aunque no tan vieja como yo la recordaba. Algunos cambios (¿no-cambios?) eran evidentes, otras cosas estaban exactamente igual. Cuando me acerqué al pabellón 1 pude ver la ventana de mi oficina, ahora ocupada por otro hombre. Esa oficina de la que ayer mismo había salido, cansado del trabajo que no quería, con la terrible decisión ya irremediablemente tomada. Debía servir de consejero para el prójimo, debía evitar que otra persona tomara mi misma equivocada ruta vocacional. Y esa persona a la que debía aconsejar era... yo mismo.

Con la memoria un poco difusa y los detalles perdidos me busqué por todo el campus hasta que me encontré cerca del pabellón 2. Un joven con mucho pelo aún, musculoso, radiante de vida: estaba sentado con los auriculares puestos, mirando el río. Fue un golpe duro para mí. De pronto me pregunté como habían pasado tan rápido los años.


No sé qué esperaba, no sé bien qué podía pasar cuando me viera, quizás se creara una paradoja que crearía una reacción en cadena, que podría reformar la continuidad de tiempo y espacio. O quizás sólo un desmayo de sorpresa. Pero no me esperaba esa cara de indiferencia, esa cara que tan bien conocía, mostrando solo quizás cierta resignación.

-Hola- lo saludé emocionado, confundido, y sorprendido por la cantidad de pelo que tenía. -¿Me reconocés?- 
-Sí- contestó, descolgándose los auriculares, el cansancio en su rostro joven -Me resultás conocido- Sonrió un poco de costado.
Me senté al lado suyo, dispuesto a ir al grano.
-Soy vos mismo, del futuro. No es fácil conseguir la licencia, pero creía que era necesario venir a advertirte. No empieces esta carrera. No elijas Matemática. Yo soy tu versión de esa rama de la historia y no es lo que querés. No soy feliz, y cada día de mi vida me pregunto por qué no hube elegido otra carrera, otro futuro. Por eso vengo a advertirte. Mi vida cuando vuelva no habrá cambiado, ya divergió de la tuya, pero al menos sabré que una versión de mí mismo será feliz. Me lo debía a mí mismo.-

Supuse que tardaría un rato en asimilar tanta información, que querría saber de los viajes en el tiempo, que tendría que explicarle lo de la posibilidad de distintas realidades paralelas abriéndose ante cada decisión tomada. Pero en cambio giró un poco y medio irónicamente me preguntó
-¿Ah sí? ¿Y qué carrera sigo? ¿Música tal vez?-
-Justamente iba a recomendarte...- pero no me dejó terminar.
-Ya vino- me contestó, entre divertido e irritado. -Vino nuestro yo alternativo musical y me hizo el mismo planteo que vos. Que no había logrado lo que quería, que era pobre...-

Me acordé de mi modestísimo sueldo en noepatacones para investigación.
-...que no me arruine la vida, que elija otra carrera. Incluso me aconsejó que siga con ingeniería.-
Mi shock era tan grande que no sabía qué pensar o responder. ¿No había triunfado musicalmente? ¿Discos de platino, giras por el mundo..?
-¿Pobre?- le pregunté sorprendido.

-Sí, supongo que es una constante de todas las realidades cuánticas.
-Es lógico.-Me sentía abrumado. -¿Y no logró hacer nuevas canciones, buenos discos?
-Me dijo que no. Al final nunca había podido superar el éxito de sus primeras canciones, las mismas que hicimos vos y yo-
Mis ilusiones cayeron pesadas, como cae la noche. 


-El problema es que la versión de ingeniero también vino.-Siguió- Bien vestido, de traje, pero me dijo que era (oh sorpresa) otro infeliz. Que había intentado hacer matemática desde la ingeniería solo para verse siempre un paso atrás de los matemáticos. Y hete aquí ahora. Otro infeliz.-


Supongo que jamás había tolerado tanta crudeza, pero era yo mismo hablándome.

-Ya veo...- Estaba anonadado, mi plan semiderrumbado- ¿Y alguna otra carrera? ¿Física quizás?- Aventuré.
-También vino. Vinieron muchos. Algunos a la misma vez. La cuestión es que cada vez que intento elegir una carrera veo a mi futuro fracasado. Es irritante...-
Pasó un tiempo en silencio y me preguntó
-¿Y vos? ¿Algún teorema con nuestro nombre?- Sonreía un poco ahora.


-No.. cierta vez demostré un pequeño lema...-
-¿Irrelevante e incomprensible?-
-Irrelevante e incomprensible-
Los dos nos reímos, divertidos de mi fracaso.

Pero ya no había mucho para agregar, ni parecía con ganas de seguir escuchándome. Por un rato, los dos nos sentamos a mirar el río, el viento de marzo empujando algunas velas sobre las aguas calmas. El río de la plata se extendía en el horizonte, casi como un mar.

El viejo al lado mío miraba ensimismado el río, confundido, desolado. Harto de las visitas de mis fantasmas futuros decidí terminar la charla con mi otro yo. Ya estaba decidido.

-Supongo que, sin embargo, no voy a terminar siendo ninguno de ustedes.- Le dije, poniéndome de pie.
-Claro, ya el solo hecho de visitarte hizo divergir nuestros caminos. Yo no recuerdo ninguna visita a tu edad.- contestó el viajero del tiempo.
-Creo que hay algo más profundo que va a separar nuestras historias. Una vez tomada la decisión no voy a volver a mirar atrás. No voy a pasarme la vida preguntándome qué pudo haber sido, y definitivamente no voy a atormentar a mi propio yo del pasado. Eso nos diferencia.- El viejo matemático me miraba sorprendido de sí mismo. Lo saludé y, con mi carpeta de equivalencias en la mano entré al pabellón y me dirigí, decidido, al departamento de matemática.



Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

La confusa vida de las amebas

Un caso extraño

Somos pilas.