Encuentro con Otto


Hacía rato que no me podía dormir. No sé si eran las piedras debajo mío o el ruido que a veces hace el silencio, pero había algo que no me dejaba cerrar los ojos. Estuve un rato así, mirando el techo de mi carpa hasta que decidí salir a la fría noche. Había algo que me llamaba desde afuera, algo quedo y sutil como el viento entre las piedras.
Abrí el cierre de la puerta, disfrutando de ese sonido tan particular, y salí pisando el frío. La luz me deslumbró. Era bien entrada la noche pero había mucha más luz de lo que uno hubiera esperado. No solo la luna iluminaba; los glaciares reflejaban la luz con un blanco que quemaba. El Tronador brilla con luz propia, dicen, y así parecía.
 Un poco más adelante, sentado en un peñón sobre el vacío, se encontraba el hombre que me llamaba. Al principio pensé que era un ángel: la luz lo envolvía, y en su espalda se veían dos imponentes alas. Me acerqué lleno de curiosidad debido a lo extraño de la situación, y solo cuando estuve cerca  lo reconocí. Miré el refugio, y lo miré de vuelta a él: la misma barba de las fotos, los mismos brazos flacos y fibrosos.
-¿Otto?- Le pregunté. –¿Otto Meiling?-
El otro giró un poco y me sonrió, y fue entonces cuando vi las sogas cruzando su pecho, y descubrí que sus alas no eran otra cosa que una chapa atada a su espalda, la misma que lo llevaría a su fatalidad, como un cóndor andino. Tenía en sus manos un palo que afilaba mecánicamente con una navaja.
Me senté al lado suyo, sintiéndome privilegiado por su sola presencia. Tenía tantas preguntas para hacerle, tantas cosas que quería saber…
Un poco para romper el hielo me preguntó
-Y, ¿Cómo estuvo la subida?-
-Bien, bien- Le contesté, notando mi garganta un poco seca. Y, con cierto orgullo agregué: -Es la cuarta vez que subo, así que…-
-Mirá vos… -Me miró, misterioso.-¿Cuántas veces más vas a necesitar subir para descubrirlo?-
-¿Descubrir qué?- Le pregunté extrañado.
-Esto- me respondió, y al principio seguí su mano derecha extendida frente a nosotros, como abarcando todo el paisaje nocturno, sus montañas, sus lagunas. Pero luego vi que con su mano izquierda se había agarrado la entrepierna, aclarando su punto. Lo miré un tanto extrañado pero Otto rápidamente volvió a su deporte alternativo de tallador.
Como para cerrar su idea me dijo:
-Lo importante no es llegar, lo importante es el camino.-. Yo asentí lentamente, sintiendo la frase conocida. –Ya lo dijo Fito- agregó más tarde, despejando mis dudas.
Siguió tallando, la mirada perdida en el horizonte y al cabo volvió al ataque:
-Caminante no hay camino, se hace el camino al andar-
Me miró, como esperando mi aceptación, y yo le sonreí tímido, sintiendo la situación un tanto tensa y extraña. No sabía qué responder a estas frases pronunciadas sin ninguna emoción. De repente Otto miró sorprendido algo detrás mío y me dijo
- ¿Ves aquel cóndor, sobrevolando el pico argentino?-
Yo me di vuelta rápidamente, decidido a no perderme el espectáculo. Pero ni encima ni en los alrededores de la gran mole de piedra pude encontrar rastro alguno del ave. Me volví extrañado preguntando
-¿Dónd...?- pero mi pregunta se vio interrumpida al encontrar mi mejilla izquierda el dedo índice extendido de Otto Meiling, quien había previsto todos mis movimientos. Rió un rato como un niño y luego se quedó perdido entre las montañas, buscando quizás un nuevo pico que lo desafiara.
Yo me quedé en silencio, intentando descifrar todo lo que estaba pasando, tratando de dar sentido a  la extraña conversación de la cual estaba formando parte. Me sentía desilusionado y un tanto ofendido y cuando Otto volvió a la carga con un "Lo esencial es invisible a los ojos" lo interrumpí, ya cansado de sus plagios
-Otto, no quiero ofenderte, pero en realidad esperaba otra cosa de vos. Esperaba, al menos que me dieras consejos tuyos, experiencias, no sé...-
Otto arrojó al vació el palo que incansablemente había tallado, me miró y lanzó un suspiro. Se lo veía cansado.
-Mirá... si vas a esperar que la montaña te hable te vas a desilusionar. Pero no hay silencio como el de la montaña para escucharse a sí mismo-
Y así, dejándome solo y sin respuestas, saltó al vació, guardando la navaja en su bolsillo. Al principio pensé que se estrellaría contra las piedras del fondo pero una ráfaga tomó poder de sus alas y lo elevó a las alturas, alejándolo hacia el Nahuel Huapi, quizás a visitar el cerro con su nombre.

Agotado y confuso por todo lo acontecido me recosté en el suelo rocoso, mirando las estrellas que,   en todo ese tiempo, no se habían movido. Cerré los ojos y me arrebujé en la bolsa de dormir, alimentándome de mi propio calor. Cuando por fin desperté me encontraba mirando el techo de mi carpa. Salí escuchando ese ruido del cierre que tan fielmente guardaba mi memoria y pisé en patas el frío que quemaba. La luna de los sueños ya se había escondido tras el pico de la vigilia y las estrellas brillaban casi iguales a las de mi sueño. Uno nunca puede saber qué es la realidad pero puede comparar qué cosa es más real que otra. Bajo las estrellas más reales me senté mirando al Tronador y me sorprendí de lo extraño y sobre todo de lo irónico de mi sueño. Era gracioso que yo mismo me hubiera tenido que aconsejar a mí mismo de escucharme a mí mismo. No le encontraba mucho sentido, y era a la vez algo paradójico.
Pero allí lo estaba haciendo de nuevo. Hablarme, pensar, escucharme, mientras el Tronador me susurraba su silencio.



Comentarios

  1. Muy grosso!! lo bueno de la crianza "en tribu" es que, además de por los propios, uno se pone orgulloso también por los ajenos!! lo más real es el tiempo y el camino compartidos.
    Abrazo. Juan

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    1. Jaja que lindo Juan! Brindo por los tiempos compartidos. Espero que sigas leyendo y te siga gustando, Un abrazo!

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  2. No sé si andará el enlace, pero acá va un cuento inspirado en esta publicación:

    http://word.office.live.com/wv/WordView.aspx?FBsrc=https%3A%2F%2Fwww.facebook.com%2Fattachments%2Fdoc_preview.php%3Fmid%3Dmid.1374862206907%253A309aacd8100d89e714%26id%3Db07b022796a357420bd41e2dca17c14e%26metadata&access_token=1521328317%3AAQAMTwu47nitCQ6M&title=UN+HOMBRE+DE+RULOS

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  3. Que inspirador.Ganas de estar mirando las estrellas y soñar con Otto

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