Primeros auxilios

El 130 avanza raudo por Libertador, llevando más personas que las que debería, según cualquier regla de mínima seguridad y yo formo parte de esa gran mayoría que viaja parado, como si este colectivo fuera una representación de la sociedad misma. El chofer decide no detenerse en la siguiente parada, siguiendo algún misterioso criterio. Pero esta no es mi parada. Falta mucho hasta Independencia y me pregunto si esto significará algo. Pronto elimino esta pregunta de mi cabeza y vuelvo a mi análisis: aquel adolescente al lado mío o aquel señor de adelante tal vez...
Me distraigo con las tipas de mi izquierda, que riegan la calle con sus flores amarillas. Y, de pronto, entra el sol por entre las hojas y vuelve nuevamente a mi memoria...el destello blanco del ambo...las indicaciones precisas, la autoridad en la voz...
La vergüenza aprieta mi estómago otra vez, llenándome de adrenalina vana, porque la lucha está en mi cabeza, la lucha está en el pasado, la lucha ya está perdida. Me contento con que al menos no estoy en la cama de noche, donde los recuerdos vuelven demasiado vívidos para evitarlos y uno se ve obligado a reescribir mil historias que no fueron.
Pero no esta vez, no señor. Esta vez estoy preparado. Más que preparado. El cabeceo de ese hombre es alarmante. Quizás convenga acercarme para ver que no esté en riesgo de desnucamiento. Me abro paso repartiendo codazos y maldigo mi determinación, que aparece en los momentos donde no la necesito. No, es sólo sueño. Levemente le clavo una rodilla en el costado. Ya me lo va a agradecer señor, aunque ahora me mire con tanto desprecio.
...el mismo desprecio pintado en todas las caras alrededor, que me miraban mientras yo sostenía aquella persona en los brazos. Esperaban que reaccionara, me preguntaban si sabía primeros auxilios...y yo absolutamente paralizado, sin poder moverme, mirando a todos en el colectivo desesperado, mientras intentaba recordar... ¿había que darle sal o azúcar?, ¿levantarle los pies? ¿cuántas compresiones de pecho antes de la respiración boca a boca? ¿10? ¿50?... la sangre en mis oídos generando un pitido, enmudeciendo todo...
...y, de pronto, la gente abriéndose en cámara lenta, dando paso al destello del ambo blanco, a la persona que amable y firmemente me decía que Él se encargaba y me apartaba de su círculo de acción...
Pero ya no. Por supuesto que ya no. 30 compresiones, 2 por segundo. 2 ventilaciones, de 1 segundo cada una. Repetir. Esa señora tal vez...
Los pasos a seguir son claros ahora. El examen fue duro, pero lo aprobé con la máxima de las calificaciones. El diploma lo llevo conmigo, en la mochila, junto con el botiquín y los cuadernos de ingeniería. "Curso de Primeros Auxilios". Me inflo de orgullo al pensar que voy a poder ayudar a todas esas personas. Que debo ser el único que cuenta con botiquín completo en el colectivo. Sí, esta señora parece gravemente deshidratada. Miro las venas de su cuello. Baja presión tal vez. Está sentada al menos, pero consigo ubicarme al lado de ella. Afuera las tipas cambiaron a Jacarandás, que ya tuvieron su época de esplendor lila. Noviembre termina y el calor quema el asfalto y el costado del 130. Por un momento pienso en ir a abrir una ventanilla, para ventilar un recinto gravemente colmado de dióxido de carbono. Pero podría perder el lugar privilegiado que tengo y dejar que otra vez algún imbécil socorra a la señora antes que yo. De ninguna manera.
Miro a la gente a mi alrededor y veo, sin embargo, que ninguno tiene cara de saber primeros auxilios. No los odio por eso. No los culpo. Simplemente me compadezco de que estén tan faltos. Otra oleada de vergüenza me recorre el cuerpo al pensar lo estúpido que debo haberle parecido al hombre del ambo blanco....
Pero la señora se está abanicando quedamente con su mano, está cerrando los ojos, con el ceño fruncido y quizás se acerque mi momento de actuar, de convertirme en héroe...perdón señora si la miro fijamente, es para poder atajarla en su caída...no se asuste si la rozo suavemente con la mano, estoy verificando que su temperatura sea la adecuada...no me mire así señora...disculpe si le respiro fuerte al oído, estoy oxigenando mi sangre, preparando mis músculos para la acción.
Hoy es el día en que cambia la historia. Ya nadie me humillará públicamente. Esta vez no.
Esta vez no.

Comentarios

  1. de que sirve escribir tan bien, si no escuchas cuando te llamo con la mente, que picardia.

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