Cartas de Gilda III


Familia:
Mi vida tuvo un sentido. Ustedes lo saben. Mi vida fue una continua lucha contra un enemigo: el hambre. Mi misión fue siempre la de erradicar el hambre del mundo, o por lo menos de mi vida. Que ya saben, hambre era algo que no me faltaba.
Mi cuerpo se fue acostumbrando siempre a la subalimentación: me hice vegetariana, aprendí a comer comida de perros y mi estómago casi se acostumbra a digerir pasto, el cual supe rumiar horas enteras, cual bovino.
¿Se acuerdan cuando corría de un lado a otro por el jardín, a tempranas horas de la mañana? No era alegría, estaba escapando de los duendes azules, que me perseguían después de comer los hongos alucinógenos.
Una vez trajeron alimento para gatos a casa (probablemente por un error, pensando que era para perros)
y después de comerlo, mi cuerpo mutado se enfermó tres días, intentando expulsar el veneno, la comida no reconocida.
Pero mi lucha no fue en vano. Un día me atraparon personas malvadas, que me quitaron todo, menos mi más profundo deseo. Fui mártir de mis convicciones, pero no me extrañen, pues volveré... en forma de empanada.

Comentarios

  1. No se si Braulio te avisó que tu subconsciente es genial, (sospecho que no quiere hacerlo público para seguir siendo el único inquilino) ojalá todos al morir pudiéramos convertirnos en empanadas de nuestros sueños.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

La confusa vida de las amebas

Un caso extraño

Somos pilas.